Por Franco Cerutti

Siempre me había sentido orgulloso de formar parte de la revolución eléctrica. Cambiar mi viejo auto por uno eléctrico había sido una de las mejores decisiones de mi vida. No solo contribuía a un planeta más limpio, especialmente aquí en Costa Rica donde la mayoría de la energía eléctrica es generada por fuerza hídrica eólica y geotérmica, sino que también disfrutaba de la comodidad y eficiencia de la nueva tecnología.
Los centros comerciales se habían convertido en mis aliados. Sus cargadores me permitían reponer energía a mi vehículo mientras realizaba mis compras. Y es que, en un mundo cada vez más conectado, la movilidad eléctrica es casi que sinónimo de libertad.
Pero ayer, en Multiplaza Escazú, esa sensación de libertad se vio ensombrecida por un acto de egoísmo que me dejó atónito. Había estacionado mi auto en uno de los espacios reservados para la carga, como siempre lo hacía. Conecté el cable y me dispuse a disfrutar de mi tarde de compras.
Al regresar, mi vehículo seguía en el mismo lugar, pero algo no estaba bien. El cable de carga estaba desconectado. Incrédulo, miré a mi alrededor y vi otro auto eléctrico estacionado a mi lado. Y no solo eso, estaba estacionado en un espacio reservado para mujeres embarazadas. El conductor, con toda la desfachatez del mundo, había desconectado mi vehículo para cargar el suyo.
Sentí una mezcla de rabia e impotencia. ¿Cómo alguien podía ser tan egoísta? ¿Acaso no entendía que al desconectar mi vehículo estaba privándome de la energía que necesitaba para continuar mi camino (jajajajaja)? Pero lo que más me indignó fue el hecho de que lo hubiera hecho en un espacio reservado para mujeres embarazadas. Era como si estuviera diciendo: «Mis necesidades son más importantes que las de todos los demás».
En ese momento, comprendí que la transición hacia un mundo más sostenible no solo dependía de la tecnología, sino también de la conciencia y el respeto de las personas. Y aunque el incidente me había dejado con un mal sabor de boca, también me había reafirmado en mi compromiso con la movilidad eléctrica.
En la foto, el mío es el “pequeñín” a la derecha.