Por Franco Cerutti

¡La última broma del siglo! Un truco final que desafiará la lógica, agitará las carcajadas y mantendrá a todos en vilo. Imagina la escena: estás en tu lecho de muerte, rodeado de seres queridos y amigos preocupados. Pero, ¿qué es esto? ¡Una sonrisa traviesa se forma en tu rostro! Sabes que es tu última oportunidad de dejar un legado, una broma cruel que se recordará durante décadas. ¿Y qué mejor manera de hacerlo que dejar a todos buscando como locos por un tesoro escondido de dinero sin decirles dónde está?
Es bien sabido que el humor tiene muchas formas y matices, desde el ingenio hasta el absurdo. Pero esta vez, vamos a tomar un desvío por el lado más travieso y malévolo del humor. Si estás dispuesto a abrazar tu vena de bromista hasta el último aliento, te presentamos una idea que te garantizará una risa póstuma.
Imagina la escena: respiras con dificultad, tu familia y amigos se inclinan sobre ti, ansiosos por escuchar tus últimas palabras. El silencio se extiende mientras todos esperan con anticipación. Entonces, con una voz débil pero llena de malicia, anuncias: «¡He dejado un montón de dinero escondido en algún lugar de este mundo, pero no os diré dónde!»
La incredulidad se apodera de todos. ¿Un tesoro escondido? ¿De verdad? Las mentes de tus seres queridos empiezan a correr desenfrenadas mientras tratan de descifrar el enigma. Las teorías salvajes comienzan a fluir: «¡Seguramente está enterrado en el jardín!» «¡Debe estar en un banco suizo bajo un nombre falso!» «¡Quizás está oculto en su viejo calcetín favorito!»
La noticia de tu último acto de travesura se propaga rápidamente. Amigos, parientes lejanos e incluso vecinos curiosos se unen a la búsqueda del tesoro perdido. De repente, los entierros se vuelven mucho más emocionantes, con multitudes ansiosas por ver si alguien ha descubierto la ubicación secreta del dinero. Incluso los periódicos se hacen eco de la noticia, titulando: «El bromista final deja un último desafío desde el más allá: el tesoro escondido del misterioso millonario».
La caza del tesoro se convierte en una obsesión nacional. Personas de todas partes se lanzan a la aventura, armados con mapas, brújulas y detector de metales. El turismo se dispara en lugares inusuales mientras todos buscan pistas, se infiltran en bibliotecas y visitan lugares exóticos en busca de la clave que desbloqueará la fortuna. Incluso se organizan convenciones de buscadores de tesoros, donde los aficionados intercambian teorías extravagantes y se animan unos a otros en su obsesión común.
Los años pasan y la búsqueda continúa. Algunos renuncian, agotados y desesperanzados, mientras otros se obsesionan aún más con la idea de desentrañar el enigma final. Las historias sobre avistamientos de fantasmas bromistas en los lugares más inesperados se vuelven comunes. La leyenda de «El bromista del más allá» se convierte en una historia que los padres cuentan a sus hijos antes de dormir.
Pero, ¿cuál es la moraleja de esta broma cruel? ¿El dinero realmente importa tanto como la risa? La respuesta es un rotundo no. Aunque esta broma podría parecer despiadada, su objetivo es recordarnos que el humor puede trascender incluso la muerte. Nos enseña a no tomarnos la vida tan en serio, a encontrar alegría en los momentos más oscuros y a valorar la risa como un regalo eterno.
Así que, si decides embarcarte en esta travesura post mortem, recuerda siempre que el verdadero tesoro no es el dinero oculto, sino las risas compartidas y el espíritu irreverente que deja una huella imborrable en el mundo. ¡Ríete en el más allá y deja que tu legado sea una carcajada eterna!