Por Franco Cerutti
¡La muda de dejarse crecer la barba: una experiencia peluda y cómica!
Dicen que el hombre moderno vive en constante evolución. Y si hay algo que nos hace sentir como verdaderos neandertales con un toque de estilo, es dejarse crecer la barba. Ah, sí, esa maravillosa muda capilar que convierte a cualquier rostro en un lienzo de vello facial. Pero, ¡cuidado! La travesía de cultivar una barba no es para los débiles de corazón ni para los que sufren de alergia a la maquinilla de afeitar.
El proceso de muda comienza con una sensación incómoda y picazón desenfrenada. Es como tener una colonia de hormigas viviendo en tu mentón. Te rascas y te retuerces tratando de aliviar la comezón, pero la barba tiene otros planes. Es como si cada vello tuviera vida propia y conspirara en tu contra. ¡No, no te rasques! ¡Déjalo crecer! Esa es la voz interna del barbudo en desarrollo.
Pasar por la fase de picor es solo el principio. Pronto descubres que el vello de la barba tiene una personalidad propia. Algunos pelos deciden apuntar hacia el norte, mientras que otros se rebelan y se dirigen hacia el sur. Parece que cada vello tiene una idea diferente de cómo quiere lucir en tu rostro. El resultado es una amalgama caótica de formas y direcciones.
A medida que la barba va creciendo, también comienzan las miradas de sospecha. Tus amigos y familiares empiezan a preguntarse si te has convertido en un aspirante a leñador o si simplemente olvidaste la afeitadora en algún rincón oscuro del baño. Tus colegas te miran con envidia, preguntándose cómo lograste conseguir un permiso de oficina para lucir tan varonil y desaliñado al mismo tiempo.
Pero aquí está el verdadero desafío de dejarse crecer la barba: el mantenimiento. A medida que el vello facial sigue creciendo, descubres que requiere más atención que una mascota hiperactiva. Ahora necesitas un arsenal de productos especializados para el cuidado de la barba: aceites, bálsamos, cepillos, tijeras y hasta un pequeño sable láser para mantener a raya esos pelos rebeldes.
Además, comer se convierte en una odisea gastronómica. Tu barba se transforma en un colectivo de comedores voraces, atrapando cualquier alimento que se acerque a tu boca. Los trozos de comida se esconden con astucia entre los pelos, listos para sorprender a cualquier espectador desprevenido. Y para colmo, siempre existe la posibilidad de que un sorbo de tu bebida favorita termine en un desastroso chapuzón barbudo.
A pesar de todos estos desafíos, dejarse crecer la barba puede ser una experiencia llena de diversión y autoexpresión. Te conviertes en un miembro de una hermandad secreta de barbudos, compartiendo consejos, trucos y bromas de vello facial. Además, hay algo sumamente satisfactorio en acariciar tu barba mientras reflexionas profundamente sobre la vida.
Entonces, si estás pensando en embarcarte en la muda de dejarte crecer la barba, prepárate para una montaña rusa de emociones, desde la picazón insoportable hasta la satisfacción de tener un maravilloso arbusto en tu rostro. Disfruta del viaje, diviértete con las situaciones cómicas que surgen y recuerda siempre llevar contigo un peine y un chiste ingenioso para cuando alguien te pregunte: «¿Qué se esconde en tu barba hoy?».
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