Por Franco Cerutti

En el intrincado jardín de la vida, hay una frase que siempre ha dado de qué hablar: «El pesimista ve las espinas pero no la rosa, el optimista ve la rosa pero no las espinas». Pero, ¿qué hay de la pobre rosa? ¿Qué piensa ella mientras estos dos personajes discuten su existencia? Bueno, mis queridos lectores, hoy nos adentraremos en el mundo humorístico y surrealista de la rosa y sus dos inoportunos espectadores.
Imaginemos una mañana soleada, donde los pájaros cantan alegremente y la brisa acaricia suavemente los pétalos de la rosa. La rosa, sintiéndose hermosa y radiante, decide salir de su capullo para deleitar al mundo con su fragancia y color. Pero, de repente, nota a dos sujetos que la están mirando fijamente. ¿Qué piensa la rosa de estos individuos? ¡Que son unos completos estúpidos!
El pesimista, con su ceño fruncido y su expresión de descontento, solo puede ver las espinas de la rosa. Su visión está enfocada en los peligros y obstáculos, incapaz de apreciar la belleza que se encuentra justo en frente de él. Pero, en lugar de preocuparse por su propia seguridad, la rosa simplemente se ríe en silencio. ¡Ay, querido pesimista, cuánto te pierdes!
Por otro lado, el optimista está completamente embelesado con la rosa. Él no puede evitar sonreír mientras admira su delicadeza y gracia. Sin embargo, sus ojos están tan llenos de ilusión y felicidad que no logra notar las espinas afiladas que podrían lastimarlo. La rosa, observándolo desde su perspectiva privilegiada, solo puede pensar: «¡Oh, dulce optimista! ¡Si supieras que no todo es color de rosa!».
Mientras tanto, la rosa sigue disfrutando de la vida, ajena a las interpretaciones de estos dos personajes. Ella sabe que su existencia no se trata solo de espinas o de pétalos, sino de un conjunto de elementos que la hacen única y especial. Aprecia tanto las adversidades como las alegrías que encuentra en su camino, y se burla de aquellos que solo pueden ver una parte de su ser.
En resumen, la frase popular nos enseña una lección importante: no debemos quedarnos atrapados en la negatividad ni en la ingenua ilusión. En cambio, deberíamos aprender a ver la vida con una perspectiva equilibrada, apreciando tanto las espinas como las rosas. Y, mientras tanto, la rosa seguirá riendo a carcajadas, recordándonos que a veces somos los verdaderos estúpidos que perdemos de vista la belleza que nos rodea.
Así que, queridos lectores, la próxima vez que se encuentren frente a una rosa, tómense un momento para apreciarla en su totalidad. No se limiten a ver solo lo negativo o lo positivo, sino a disfrutar de la complejidad y el humor que la vida nos ofrece. Y recuerden, siempre habrá una rosa riéndose de nosotros desde la distancia. ¡Salud!