Por Franco Cerutti

Introducción:
En el transcurso de nuestras vidas, nos encontramos constantemente con situaciones y experiencias que nos generan emociones diversas. Algunas de ellas son positivas y nos brindan alegría y felicidad, mientras que otras nos causan dolor o desilusión. Existe un refrán popular que dice: «Si haces bien, olvídalo; si haces mal, recuérdalo». Este enunciado sugiere que debemos dejar de lado las acciones positivas y centrarnos en aprender de los errores. En este artículo, exploraremos esta premisa y analizaremos si realmente es beneficioso aplicarla en nuestra vida cotidiana.
La importancia de recordar lo malo:
Recordar nuestros errores y experiencias negativas puede ser una valiosa fuente de aprendizaje y crecimiento personal. Al reflexionar sobre nuestras acciones pasadas, podemos identificar los errores cometidos y comprender qué fue lo que salió mal. Esta autorreflexión nos brinda la oportunidad de corregirnos, evolucionar y evitar cometer los mismos errores en el futuro. Además, recordar los momentos difíciles puede generar un sentido de gratitud por las lecciones aprendidas y fortalecer nuestra resiliencia ante futuros desafíos.
El poder del olvido:
Por otro lado, el olvido de las acciones positivas puede resultar perjudicial. Olvidar nuestros logros y momentos de felicidad puede llevarnos a subestimar nuestras capacidades y minar nuestra autoestima. Recordar y valorar nuestros éxitos pasados puede fortalecer nuestra confianza en nosotros mismos y motivarnos a seguir buscando nuevas metas y desafíos. Además, el recuerdo de las experiencias positivas puede generar emociones positivas duraderas, lo que contribuye a nuestro bienestar emocional y mental.
El equilibrio como clave:
La clave para encontrar un enfoque saludable en este debate radica en buscar un equilibrio entre el olvido y el recuerdo. Si bien es importante aprender de nuestros errores y experiencias negativas, también es fundamental reconocer y valorar nuestros logros y momentos de felicidad. La vida está compuesta tanto de momentos positivos como negativos, y negar uno en favor del otro sería una simplificación injusta de nuestra realidad.
Conclusión:
En última instancia, si bien el refrán popular sugiere que debemos olvidar lo bueno y recordar lo malo, la realidad es más compleja. Aprender de nuestros errores y recordar nuestras experiencias negativas es esencial para nuestro crecimiento personal, pero también es importante reconocer y valorar nuestros logros y momentos de felicidad. El equilibrio entre olvidar y recordar es la clave para mantener una perspectiva realista y saludable en nuestras vidas. En lugar de enfocarnos exclusivamente en una parte de nuestra historia, debemos abrazar tanto los aspectos positivos como los negativos, aprovechando cada experiencia como una oportunidad de aprendizaje y crecimiento.